El masoquismo es la conducta por la que se obtiene placer sexual mediante el dolor. Junto al sadismo (sadomasoquismo) es considerado una parafilia, y mucho antes se pensaba que era una perversión sexual.
Los sexólogos describen al individuo parafílico como un sujeto (hombre o mujer) que necesita estímulos específicos para lograr el placer sexual, e incluso tener sexo.
En el caso del masoquismo, la persona requiere que le inflijan dolor, ser humillada, atada, golpeada o sentirse víctima de alguna manera para lograr la excitación sexual y alcanzar un orgasmo.
¿Y por qué algunas personas sienten placer en el dolor? Investigaciones recientes apuntan a que el masoquismo puede tener raíces psicológicas, sí, pero también relacionadas con los procesos químicos que se llevan a cabo en el cerebro.
Procesos químicos cerebrales, masoquismo, sexo, dolor y placer
Cuando el cuerpo recibe un golpe o cualquier estímulo doloroso, el sistema nervioso central libera endorfinas, proteínas encargadas de bloquear la sensación dolorosa y que funcionan como analgésicos naturales. La cuestión es que también producen euforia.
Ello podría explicar, por ejemplo, por qué a muchas personas les encanta el picante, aunque se irriten las mucosas bucales y sientan que se les quema la lengua; por qué hay otras a las que les gusta comerse las uñas, tatuarse, colocarse piercings…
El dolor y el placer están estrechamente ligados, en la raíz de nuestro cerebro, ya que la misma zona que identifica las sensaciones y emociones identifica también el placer.
Las endorfinas y las anandamidas, como vimos, producen analgésicos naturales que se liberan cuando hay un estímulo de dolor, y por ello, por poner otro ejemplo, los deportistas, a pesar de sentir grandes dolores corporales, siguen haciendo deporte.
El deporte es una de las actividades que más endorfinas produce (igual que tener sexo), de allí que muchos deportistas se vuelvan adictos al deporte, pese a sentir calambres en las piernas o no poder dar un paso más.
Pero no a todo el mundo le sucede eso; las investigaciones señalan, al igual que los sexólogos, que el masoquismo depende de mecanismos biológicos particulares y personales, del medio ambiente y de la presión externa.
La persona masoquista no solo siente deseo sexual ante la idea del dolor (sea físico o psicológico), es que a través de la humillación o los golpes logra alcanzar el orgasmo.
En estas personas, el sistema dopaminérgico (esto es, un sistema neuroquímico encargado de regular determinados comportamientos) juega un rol predominante, advirtiéndose que los mecanismos neuronales se han visto alterados por diversos factores que tienen que ver con la predisposición genética, entre otros.
Así, pues, el dolor y el placer se funden. La atracción sexual se incrementa con fantasías sexuales de ser humillado, atado o golpeado, y el deseo sexual surge ante la sola idea.
Hoy en día, ni sexólogos, psiquiatras o psicólogos consideran el masoquismo como una perversión, sino una condición particular de quienes sienten atracción sexual hacia determinados comportamientos dolorosos que les generan placer.
Es una práctica sana en la medida en que quienes la realicen disfruten de forma segura sin riesgos a sufrir consecuencias físicas o psicológicas significativas, ni para sí mismos ni para la otra persona.